Este fin de semana hemos estado de ruta… y la verdad es que es como más nos gusta estar, en contacto con la naturaleza, caminando, riendo y aprendiendo unos de otros con las conversaciones tranquilas y confidentes.

El sábado estuvo pasado por agua, y es que, por mucho que queramos, la naturaleza es poderosa y ella, no sólo manda, sino que de vez en cuando nos lo recuerda por si se nos hubiera olvidado.

Así que entre lluvia, a veces más fina a veces menos, y algunos momentos de respiro seguimos la ruta de los Puentes colgantes, una auténtica maravilla para los sentidos, que si no habéis visitado aún… pues ya sabéis.

En ella nos deleitamos con las vistas e incluso con el canto de las aves. Como fuimos de los pocos valientes en atrevernos a seguir la ruta ese día, la naturaleza nos recompensó con los singulares sonidos que sólo se escuchan desde la calma y la tranquilidad, parándose a escuchar.

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Cierto que tuvimos que improvisar algunos tramos, porque como ya hemos dicho, la naturaleza es poderosa, y también caprichosa, pero la verdad es que el cómputo del día es de satisfacción, ya que no hay nada más agradable que una ducha calentita y una buena cena después de un día duro.

Además el día lo rematamos aprendiendo un poco de historia con muy buen humor y poniendo la vista en los planetas y las estrellas, un poco de conversación y a recuperar fuerzas.

Al día siguiente, pusimos marcha hacia la ruta del Agua, que al haber estado lloviendo los días anteriores, estaba exultante y llena de vida. Recorrimos todos los senderos (y los túneles) y disfrutamos con las vistas de cascadas y del magnífico pueblo de Chelva desde las alturas.

Por último recorrimos las calles de esta localidad con todos sus barrios típicos en los que diferentes culturas han ido dejando su huella.

En definitiva, un fin de semana completito para guardar en donde se guardan todos los buenos recuerdos.

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